martes, 29 de octubre de 2013

Sobre Las tácticas del adversario


Dejando al margen los aspectos teóricos puramente estéticos -lúcidamente utilizados por el comisario de la exposición, Manuel Segade-, lo que me interesa es la beligerancia y los discursos en que se materializa.
(Las tácticas del adversario. La Normal)


Arte contemporáneo y crítica al poder son dos conceptos que no siempre han casado armónicamente. De hecho, el arte contemporáneo ha mostrado reiteradamente un cierto rechazo por todo tipo de “activismo”. Únicamente ciertas voces aisladas planteaban proyectos críticos, y la mayor parte de las veces de forma esporádica. En otras ocasiones, la crítica se resolvía en icono y acababa diluida en una forma de retroalimentación de lo cuestionado. Sólo aquellas manifestaciones que hacían referencia a poderes diferentes a los que han venido posibilitando el arte contemporáneo mantenían cierta capacidad corrosiva.
Pero estamos en un tiempo diferente. La crisis está transformando las dinámicas sociales y eso incluye las propias del arte contemporáneo. Lo que no es seguro es que Las tácticas del adversario haya abandonado alguno de los esquemas anteriores. Albergada por una institución pública, parece recoger una implícita defensa de aquello que la crisis está deconstruyendo: el modelo socialdemócrata.
Las obras critican el capitalismo (las secciones El Banco, El Centro Comercial, el Hogar y, en parte, El Artista), el fascismo (la sección La Universidad), el racismo, el imperialismo, la homofobia (la sección El Bar, y en gran parte, la sección El Centro), el comunismo (en parte, La sección El Artista), y las formas oligárguicas de naturaleza ilustrada (El Arrabal y, en parte, El Centro).
En conjunto, se trata de un negativo del discurso socialdemócrata.
(Las tácticas del adversario. La Normal)

Pero, independientemente de nuestros posicionamientos políticos y de nuestros códigos éticos, la cuestión reside en plantearnos si este discurso se sostiene; si, una vez desvelada su verdadera naturaleza, puede defenderse como modelo operativo futuro.
¿Cabe defender una arquitectura socioeconómica basada en el crecimiento constante; el mismo fundamento, en el fondo, que el de ese neoliberalismo que se censura?
Quizás la cuestión no sea valorar Las tácticas del adversario desde este punto de vista, sino como muestrario de los discursos críticos o activistas particulares que transitan por las prácticas artísticas contemporáneas. En este caso, ¿podría hacerse una interpretación crítica de segundo nivel: la exposición como cuestionamiento de esos discursos?
Sea o no así, somos libres de hacerlo, o, al menos, somos libres de hacer nuestra propia crítica y considerar este muestrario como un punto de partida para la reflexión acerca de la posibilidad de construir una alternativa que no sea la mera defensa de lo preexistente o una vuelta a un sistema que agoniza.


(Las tácticas del adversario. La Normal)
Ya sólo por ello, éstas y otras obras semejantes y exposiciones que reabren el espacio del conflicto como lugar de reflexión dialéctica (ésa es la pretensión fundamental de Las tácticas del adversario) contribuyen al planteamiento de alternativas diferentes a las de los centros de poder.


Actualización a 30/10/2013:

Teniendo en cuenta algunas críticas que ha recibido este post, creo que es conveniente aclarar en parte su significado para que no sea leído de una forma errónea y no dé a entender algo distinto a lo que pretendía:

Como se puede apreciar, no he tratado de entrar ni en un análisis de las obras en concreto ni en un estudio de los aspectos estéticos en general (estrategias, prácticas, etc.). Ni es el objeto que me había planteado ni creo estar capacitado para ejercer una labor de "crítico".

Me he limitado al nivel del discurso político de conjunto que sobresale en la exposición, tanto de la combinación de las piezas como de la documentación que las acompaña (además de lo que pueda conocer o saber al respecto por otros materiales, lecturas, referencias, antecedentes, etc. que he tenido en cuenta para escribir el post). 

Mi objetivo era hablar acerca de lo que entiendo es la línea de fuerza básica de Las tácticas del adversario: el discurso político de conjunto que predomina o que puede interpretarse por medio de una visión general. Pero siempre desde el punto de vista del espectador, de la misma forma que cuando escribo sobre un libro lo hago como lector. Nunca, en ambos casos, como "crítico".

Es más, tampoco he querido adentrarme en los numerosos matices de significado que se pueden apreciar de forma mas particular o plegada a cada una de las piezas y que, en muchos casos, abundan en ese discurso principal, pero que también abren derivadas muy relevantes. De hecho, lo cierto es que la exposición está llena de referencias y lecturas particulares. 
Existen referencias al Imperialismo, la descolonización, la homosexualidad, las problemáticas asociadas al VIH, la construcción de la identidad social, la relación entre el espacio y la construcción de la ciudadanía, los modelos de represión y control en las sociedades democráticas, etc. En algunos casos, el enfoque incide en la idea de fondo global a la que he hecho referencia. En otros, se trata de temáticas perfectamente autónomas.
Y si he adoptado esta perspectiva ha sido, precisamente, tras aceptar la premisa fundamental de la propia exposición: el diálogo conflictivo como elemento democrático, por encima incluso del consenso. Es decir, algo así como una refutación, al menos inicial, del Elogio de la traición
Si toda exposición es en sí un diálogo con el espectador, que hasta cierto punto la materializa con su presencia, en ésta el diálogo se nos plantea como conflicto. 
Este post aceptó para escribirse esa dialéctica digamos democrática basada en el conflicto como mecanismo de transformación individual y colectiva.

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