Dejando
al margen los aspectos teóricos puramente
estéticos -lúcidamente utilizados
por el comisario de la exposición, Manuel Segade-,
lo que me
interesa es la beligerancia y los
discursos en que se materializa.
Arte contemporáneo y crítica al poder son dos conceptos que no siempre han casado armónicamente. De hecho, el arte contemporáneo ha mostrado reiteradamente un cierto rechazo por todo tipo de “activismo”. Únicamente ciertas voces aisladas planteaban proyectos críticos, y la mayor parte de las veces de forma esporádica. En otras ocasiones, la crítica se resolvía en icono y acababa diluida en una forma de retroalimentación de lo cuestionado. Sólo aquellas manifestaciones que hacían referencia a poderes diferentes a los que han venido posibilitando el arte contemporáneo mantenían cierta capacidad corrosiva.
Pero
estamos en un tiempo diferente. La crisis está transformando las
dinámicas sociales y eso incluye las propias del arte contemporáneo.
Lo que no es seguro es que Las
tácticas del adversario haya
abandonado alguno de los esquemas anteriores. Albergada por una
institución pública, parece recoger una implícita defensa de
aquello que la crisis está deconstruyendo: el modelo
socialdemócrata.
Las
obras critican el capitalismo (las secciones El Banco, El Centro
Comercial, el Hogar y, en parte, El Artista), el fascismo (la sección
La Universidad), el racismo, el imperialismo, la homofobia (la
sección El Bar, y en gran parte, la sección El Centro), el
comunismo (en parte, La sección El Artista), y las formas
oligárguicas de naturaleza ilustrada
(El Arrabal y, en parte, El
Centro).
En
conjunto, se trata de un negativo
del discurso socialdemócrata.
(Las tácticas del adversario. La Normal)
Pero, independientemente de nuestros posicionamientos políticos y de nuestros códigos éticos, la cuestión reside en plantearnos si este discurso se sostiene; si, una vez desvelada su verdadera naturaleza, puede defenderse como modelo operativo futuro.
¿Cabe
defender una arquitectura socioeconómica basada en el crecimiento
constante; el mismo fundamento, en el fondo, que el de ese
neoliberalismo que se censura?
Quizás
la cuestión no sea valorar Las
tácticas del adversario desde este
punto de vista, sino como muestrario de los discursos críticos o
activistas particulares que transitan por las prácticas artísticas
contemporáneas. En este caso, ¿podría hacerse una interpretación
crítica de segundo nivel: la
exposición como cuestionamiento de esos discursos?
Sea
o no así,
somos libres de hacerlo, o, al menos, somos libres de hacer nuestra propia crítica y considerar este muestrario como un punto de
partida para la reflexión acerca de la posibilidad de construir una
alternativa que no sea la mera defensa de lo preexistente o una
vuelta a un sistema que agoniza.
(Las tácticas del adversario. La Normal)
Ya
sólo por ello, éstas y otras obras semejantes y exposiciones que
reabren el espacio del conflicto como lugar de reflexión
dialéctica (ésa es la pretensión fundamental de Las
tácticas del adversario)
contribuyen al planteamiento de alternativas diferentes a las de los
centros de poder.
Teniendo en cuenta algunas críticas que ha recibido este post, creo que es conveniente aclarar en parte su significado para que no sea leído de una forma errónea y no dé a entender algo distinto a lo que pretendía:
Me he limitado al nivel del discurso político de conjunto que sobresale en la exposición, tanto de la combinación de las piezas como de la documentación que las acompaña (además de lo que pueda conocer o saber al respecto por otros materiales, lecturas, referencias, antecedentes, etc. que he tenido en cuenta para escribir el post).
Mi objetivo era hablar acerca de lo que entiendo es la línea de fuerza básica de Las tácticas del adversario: el discurso político de conjunto que predomina o que puede interpretarse por medio de una visión general. Pero siempre desde el punto de vista del espectador, de la misma forma que cuando escribo sobre un libro lo hago como lector. Nunca, en ambos casos, como "crítico".
Es más, tampoco he querido adentrarme en los numerosos matices de significado que se pueden apreciar de forma mas particular o plegada a cada una de las piezas y que, en muchos casos, abundan en ese discurso principal, pero que también abren derivadas muy relevantes. De hecho, lo cierto es que la exposición está llena de referencias y lecturas particulares.
Existen referencias al Imperialismo, la descolonización, la homosexualidad, las problemáticas asociadas al VIH, la construcción de la identidad social, la relación entre el espacio y la construcción de la ciudadanía, los modelos de represión y control en las sociedades democráticas, etc. En algunos casos, el enfoque incide en la idea de fondo global a la que he hecho referencia. En otros, se trata de temáticas perfectamente autónomas.
Actualización a 30/10/2013:
Como se puede apreciar, no he tratado de entrar ni en un análisis de las obras en concreto ni en un estudio de los aspectos estéticos en general (estrategias, prácticas, etc.). Ni es el objeto que me había planteado ni creo estar capacitado para ejercer una labor de "crítico".
Me he limitado al nivel del discurso político de conjunto que sobresale en la exposición, tanto de la combinación de las piezas como de la documentación que las acompaña (además de lo que pueda conocer o saber al respecto por otros materiales, lecturas, referencias, antecedentes, etc. que he tenido en cuenta para escribir el post).
Mi objetivo era hablar acerca de lo que entiendo es la línea de fuerza básica de Las tácticas del adversario: el discurso político de conjunto que predomina o que puede interpretarse por medio de una visión general. Pero siempre desde el punto de vista del espectador, de la misma forma que cuando escribo sobre un libro lo hago como lector. Nunca, en ambos casos, como "crítico".
Es más, tampoco he querido adentrarme en los numerosos matices de significado que se pueden apreciar de forma mas particular o plegada a cada una de las piezas y que, en muchos casos, abundan en ese discurso principal, pero que también abren derivadas muy relevantes. De hecho, lo cierto es que la exposición está llena de referencias y lecturas particulares.
Existen referencias al Imperialismo, la descolonización, la homosexualidad, las problemáticas asociadas al VIH, la construcción de la identidad social, la relación entre el espacio y la construcción de la ciudadanía, los modelos de represión y control en las sociedades democráticas, etc. En algunos casos, el enfoque incide en la idea de fondo global a la que he hecho referencia. En otros, se trata de temáticas perfectamente autónomas.
Y si he adoptado esta perspectiva ha sido, precisamente, tras aceptar la premisa fundamental de la propia exposición: el diálogo conflictivo como elemento democrático, por encima incluso del consenso. Es decir, algo así como una refutación, al menos inicial, del Elogio de la traición.
Si toda exposición es en sí un diálogo con el espectador, que hasta cierto punto la materializa con su presencia, en ésta el diálogo se nos plantea como conflicto.
Este post aceptó para escribirse esa dialéctica digamos democrática basada en el conflicto como mecanismo de transformación individual y colectiva.
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